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Sonidos perdidos

Un autorretrato sobre la rutina de una persona con discapacidad auditiva. Su cotidianidad, pensamientos y dificultades.

Ya ha pasado más de una década desde el accidente que tuve en segundo de primaria. La distracción de unos segundos llevó a que me chocara contra una gran columna de cemento. Fue un golpe seco, incómodo, casi indoloro pero la sensación que me hizo sentir fue una mezcla de miedo e incertidumbre. Es un hecho que marcó un antes y un después en mi vida. En la actualidad, tras un largo proceso de adaptación y aceptación, revelo mediante mi rutina cómo es vivir con discapacidad auditiva.

Al llegar a la universidad y entrar a la primera clase me debo sentar adelante, me coloco los audífonos, saco los estuches de la maleta, limpio las gomas y los pongo en mis oídos, a veces me demoro un poco hasta poder dejarlos bien ajustados. Es una tarea que se repite entre clase y clase, hasta el final del día que me los retiro para poder irme a la casa. Con el paso del día pueden terminar siendo incómodos, pues en su estado natural mis oídos no deberían tener nada dentro.

Siempre he pensado lo agobiante que es la idea de depender de unos aparatos por el resto de mi vida. El tener que hacer chequeos constantes al punto de que las audiometrías me “saben a cacho”, que en cuál oído suena la lluvia, que repite tal palabra, que dónde sonó el pitido, que dónde sientes la vibración. Me pregunto cuanto tiempo de mi vida he pasado en esas cápsulas insonorizadas donde vivo con la incertidumbre de saber si estoy cada vez más sordo.

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Documental realizado por

para la clase de Audiovisual II (2023-1)

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